sábado, 18 de abril de 2009

La noche

La noche


No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya; pero la tengo una mujer atravesada en la garganta.

En una muda noche mía y una muda noche tuya, no te oigo por el pasillo de cada pesadilla o en una noche amada cuando nuestros reflejos se pierden en las burbujas del silencio en las que el dibujo y el sonido mudo de las hojas amarillas que traen del sur y se llevan del este las brasas que arden. Noches estrelladas noches ausentes.

Los días de la luz están contados; pero fuera de tiempo y del espacio esta el imperio de la noche. El sueño dura eternamente. Sagrado sueño no escatimes la felicidad a los que en esta jornada terrena se han consagrado a la noche. Solamente los locos te desconocen y no saben del sueño, de esta sombra que tú compasiva en aquel crepúsculo de la verdadera noche arrojas sobre nosotros. Ellos no te sienten en las doradas aguas de las uvas, en el maravilloso aceite del almendro y en el pardo jugo de la adormidera. Ellos no saben que tú eres la que envuelves los pechos de una tierna mujer y conviertes sus senos en un cielo. Ellos ni sospechan siquiera que tú, viniendo de antiguas historias, sales a nuestro encuentro abriéndonos el cielo y trayendo la llave de las moradas de los bienaventurados, de los silenciosos mensajeros de infinitos misterios.

Antaño cuando yo derramaba amargas lagrimas; cuando, disuelto en dolor, se desvanecía mi esperanza; cuando estaba en la estéril colina, que, en estrecho y oscuro lugar, albergaba la imagen de mí, solo como jamás estuvo nunca un solitario, hostigado por un miedo indecible, sin fuerzas, pensamientos de la miseria sólo. Cuando entonces buscaba auxilio por un lado y por otro avanzar no podía, retroceder tampoco, y un anhelo infinito me ataba a la vida apagada que huía: entonces de horizontes lejanos azules, de las cimas de mi antigua beatitud, llego un escalofrió de crepúsculo y, de repente, se rompió el vinculo del nacimiento, se rompió el vinculo del nacimiento, se rompieron las cadenas de la luz. Huyo la maravilla de la tierra, y huyo con ella mi tristeza, la melancolía se fundió en un mundo nuevo indescifrable, embriaguez de la noche, sueño del cielo, tu viniste sobre mi, el paisaje se fue levantando dulcemente; sobre el paisaje; suspendido en el aire, flotaba mi espíritu, libre de ataduras, nacido de nuevo. En nube de polvo se convirtió en colina, a través de la nube vi los rasgo glorificados de mi amada. En sus ojos descansaban la eternidad, cogi sus manos y las lágrimas se hicieron un vínculo centelleante, indestructible. Pasaron milenios huyendo a la lejanía, como huracanes. Apoyando en su hombro llore; lloré lagrimas de encanto para la nueva vida. Fue el primero, el único sueño, y desde entonces, desde entonces sólo, siento una fe eterna, una inmutable confianza en el cielo de la noche, y en la luz de este cielo: el amor de mi amada.

Ahora sé cuando será la última mañana, cuando la luz dejara de ahuyentar la noche y el amor.

Un Dia


Un día

He vivido un día que sabia a desesperación, a simpleza; el día tenia algo de lunes a pesar de ser sábado, olía a lunes, tres veces mas largo y tres veces mas aburrido que los demás días.
Uno siente aspiraciones, ambiciones, tomar decisiones honradas y apasionadas encaminadas a hacer el bien: para aprender a soportar callado y heroicamente todos los dolores y humillaciones. Sí, uno siempre vuelve a levantarse ardiente y devoto, para quizás consagrarse a dios y para ir por la senda ideal, limpia y noble hacia la altura, para ejercer la virtud, para sufrir silenciosamente el mal, para ayudar a los demás. ¡Ah, soportar! Siempre queda un arranque, un intento y el corto vuelo. Siempre vuelve a pasar algo, después de unos días o después de unas horas, que no debería pasar, algo miserable, triste y humillante. ¡Siempre, dejando las firmes y nobles promesas, se recae inevitablemente en el pecado y la infamia! ¿Por qué comprendo tan perfectamente y profundamente la belleza y la corrección de los buenos propósitos y lo siento de corazón, mientras que toda la vida apesta a rutina y estoy dispuesto a dejar triunfar lo sórdido y lo vulgar ¿Cómo es posible que por la mañana de rodillas sobre la cama, o por la noche ante velas encendidas, nos unamos con el sagrado juramento a lo bueno y a lo divino, llamemos a dios y declaramos la guerra para siempre a todos los vicios, y quizás sólo un par de horas antes más tarde podemos traicionar miserablemente este juramento sagrado con una sonrisa seductora o con una tonta broma de colegial escuchada con complacencia? ¿Por qué es así? ¿Es distinto para los demás? ¿Los romanos y los griegos, los caballeros, los primeros cristianos han sido todos distintos, mejores, más perfectos sin malos instintos, equipados con algún órgano que a mi me falta, que le impide caer del cielo a lo vulgar, de lo sublime a lo deficiente y mísero? ¿Desconocían los héroes y los santos el pecado original? ¿Quizás lo santo y lo noble sólo es posible de una forma reducida, rara y selecta? ¿Pero por qué ha nacido en mí, si no soy ningún elegido, esta inclinación hacia lo bello y noble, este anhelo salvaje y sollozante de pureza y bondad y virtud? ¿No es para escarnio? ¿En el mundo de dios se puede que un hombre y una mujer tengan al mismo tiempo elevados sentimientos y malos instintos y hubiesen de sufrir y desesperar, como unas figuras infelices y cómicas, para dar gusto a dios que esta de espectador? ¿Sucede así? ¿Y no es el mundo entero una burla diabólica, digna de desprecio? ¿No será dios un monstruo, un loco, un bufón necio y repugnante? ¡Ah mientras yo pensaba esto con entonación de lujuria rebelde, mi inquieto corazón me castiga ya temblando por la blasfemia!
¡Que claramente vuelvo a ver ante mi, después de tantos años, aquella escalera .con las altas y sucias ventanas que se abrían a la pared vecina y que daban tan poca luz, con los fregados peldaños de abeto y los rellanos y la barandilla de madera dura y lisa que yo había pulido con mis infinitos descensos a toda velocidad. Queda tan lejos la infancia y en suma me parece tan incomprensible y fabulosa. Todos estos sentimientos ya están en el corazón de un niño, idénticos a los que os han quedado: dudas de su propio valor vacilación entre la autovaloración y la cobardía. A veces creo que dios quiere llevarnos por el camino angustioso hacia un especial retiro y ahondamiento, creo que en la vida todo esto lo arrastran penosamente millares de almas.

Sensaciones



Sensaciones

Si tuviera que reducir todos los sentimientos y sus angustiosas contradicciones a un sentimiento fundamental y designarlo con un solo nombre, no se más palabra que la de miedo. Es miedo, es un miedo e inseguridad lo que siento por todas esas horas perdidas de felicidad: miedo a la propia conciencia, miedo a los impulsos de mi alma que considero prohibidos y culpables.

También en el segundo día, en el momento que subía la escalera, me sobrecogió este sentimiento de miedo; la escalera se iluminaba al acercarme a la puerta de cristal. El miedo empezaba con una angustias en el bajo vientre que subía hasta el cuello y allí se convertía en sofoco o en nauseas. Siempre sentía simultáneamente, como ahora, una penosa vergüenza, una desconfianza ante todo espectador, un ansia de estar solo y escondido.

Con aquel mísero y maldito sentimiento, un verdadero sentimiento de delincuente, llegue al corredor y a la habitación. Me decía: hoy el diablo anda suelto, pasara algo. Lo captaba como el barómetro registra los cambios de presión, con irremediable pasividad. ¡Ah, volvía de nuevo lo indecible! El demonio rondaba sigilosamente por casa, el pecado original roía el corazón; detrás de cada pared había un espíritu colosal e invisible, un Dios y juez.

Aún no sabia nada, todo eres pura sospecha, presentimiento, corrosiva desazón. En tales situaciones, cuando se estaba enfermo, lo mejor, en general, era vomitar y meterse en la cama. Muchas veces pasaba sin dolor, y venia la madre o la hermana, me daban una taza de leche y me sentía rodeado de amoroso cuidados; podía llorar o dormir, para despertar luego sano y contento en un mundo completamente distinto, redimido y claro.

Era más sencillo y más fácil hallar consuelo en la madre, pero con el padre el consuelo es más valioso, significa una paz con la recta conciencia, una reconciliación y una nueva alianza con las fuerzas del bien. Después de terribles escenas, investigaciones, confesiones y castigos, a menudo salía de hablar con mi padre bueno limpio, castigado y amonestado naturalmente, pero lleno de buenos propósitos, gracias a la unión de fuerzas frente al mal hostil.

He subido la pequeña escalera que llevaba al despacho. Esta pequeña escalera con su olor peculiar y con el sonido de seco de los peldaños de madera huecos y ligeros. Era, más que el vestíbulo, un camino significativo y una puerta al destino; muchas idas importantes me han llevado por estos peldaños, centenares de veces he arrastrado por ellos miedo y tormento moral, obstinación e ira feroz, y no pocas veces he obtenido la salvación y una nueva salvación.

Algo angustiado. Como siempre, gire el picaporte y entreabrí la puerta. Aspire el olor de mi despacho: olor a libros y a tinta, diluido por el aire azul de las ventanas entre abiertas, cortinas limpias blancas un hilo de perfume de agua de colonia, y sobre mi mesa del ordenador una manzana. Pero la habitación estaba vacía. Entre con un sentimiento mitad decepción y mitad alivio. Amortigüe mis pasos y anduve de puntillas. Apenas recordé ese andar silencioso y tuve palpitaciones, volví a sentir con más fuerza la presión en el bajo vientre y en la garganta. Seguí delante de puntillas y angustiado paso a paso; yo no era un visitante inocente, sino que yo me sentía un intruso.