sábado, 18 de abril de 2009

Un Dia


Un día

He vivido un día que sabia a desesperación, a simpleza; el día tenia algo de lunes a pesar de ser sábado, olía a lunes, tres veces mas largo y tres veces mas aburrido que los demás días.
Uno siente aspiraciones, ambiciones, tomar decisiones honradas y apasionadas encaminadas a hacer el bien: para aprender a soportar callado y heroicamente todos los dolores y humillaciones. Sí, uno siempre vuelve a levantarse ardiente y devoto, para quizás consagrarse a dios y para ir por la senda ideal, limpia y noble hacia la altura, para ejercer la virtud, para sufrir silenciosamente el mal, para ayudar a los demás. ¡Ah, soportar! Siempre queda un arranque, un intento y el corto vuelo. Siempre vuelve a pasar algo, después de unos días o después de unas horas, que no debería pasar, algo miserable, triste y humillante. ¡Siempre, dejando las firmes y nobles promesas, se recae inevitablemente en el pecado y la infamia! ¿Por qué comprendo tan perfectamente y profundamente la belleza y la corrección de los buenos propósitos y lo siento de corazón, mientras que toda la vida apesta a rutina y estoy dispuesto a dejar triunfar lo sórdido y lo vulgar ¿Cómo es posible que por la mañana de rodillas sobre la cama, o por la noche ante velas encendidas, nos unamos con el sagrado juramento a lo bueno y a lo divino, llamemos a dios y declaramos la guerra para siempre a todos los vicios, y quizás sólo un par de horas antes más tarde podemos traicionar miserablemente este juramento sagrado con una sonrisa seductora o con una tonta broma de colegial escuchada con complacencia? ¿Por qué es así? ¿Es distinto para los demás? ¿Los romanos y los griegos, los caballeros, los primeros cristianos han sido todos distintos, mejores, más perfectos sin malos instintos, equipados con algún órgano que a mi me falta, que le impide caer del cielo a lo vulgar, de lo sublime a lo deficiente y mísero? ¿Desconocían los héroes y los santos el pecado original? ¿Quizás lo santo y lo noble sólo es posible de una forma reducida, rara y selecta? ¿Pero por qué ha nacido en mí, si no soy ningún elegido, esta inclinación hacia lo bello y noble, este anhelo salvaje y sollozante de pureza y bondad y virtud? ¿No es para escarnio? ¿En el mundo de dios se puede que un hombre y una mujer tengan al mismo tiempo elevados sentimientos y malos instintos y hubiesen de sufrir y desesperar, como unas figuras infelices y cómicas, para dar gusto a dios que esta de espectador? ¿Sucede así? ¿Y no es el mundo entero una burla diabólica, digna de desprecio? ¿No será dios un monstruo, un loco, un bufón necio y repugnante? ¡Ah mientras yo pensaba esto con entonación de lujuria rebelde, mi inquieto corazón me castiga ya temblando por la blasfemia!
¡Que claramente vuelvo a ver ante mi, después de tantos años, aquella escalera .con las altas y sucias ventanas que se abrían a la pared vecina y que daban tan poca luz, con los fregados peldaños de abeto y los rellanos y la barandilla de madera dura y lisa que yo había pulido con mis infinitos descensos a toda velocidad. Queda tan lejos la infancia y en suma me parece tan incomprensible y fabulosa. Todos estos sentimientos ya están en el corazón de un niño, idénticos a los que os han quedado: dudas de su propio valor vacilación entre la autovaloración y la cobardía. A veces creo que dios quiere llevarnos por el camino angustioso hacia un especial retiro y ahondamiento, creo que en la vida todo esto lo arrastran penosamente millares de almas.

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